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sábado, 14 de julio de 2012

Asalto a la Prisión de la Bastilla


Tomado de: Revolución en Marcha. Salvador Borrego 2009.

Según la historia oficial, fue un glorioso parteaguas que debe recordarse como el principio de la liberación de un pueblo, en nombre de todos los pueblos de la Tierra. En cambio, a juzgar por los documentos de aquella época,  en el asalto participaron muchos extranjeros cuya presencia hubiera sido imposible si el acaudalado Felipe Igualdad, duque de Orléans y maestro masón, no hubiera repartido dinero y picas para alimentar el motín.

Bernardo Fray refiere que varios banqueros subvencionaban a quienes movían multitudes. Y esto se hacía hablando de "libertad, igualdad, fraternidad". Según se decía, era la fórmula para conseguir la felicidad universal.

La Bastilla era una cárcel que la propaganda presentó como una siniestra fortaleza que encerraba a cientos de patriotas, sin más delito que el haberse opuesto a la insolencia del régimen. Sobre el particular circulaban varias leyendas, una de las cuales sirvió a Alejandro Dumás para escribir su novela del "Hombre de la Máscara de Hierro".

Pues bien, el 14 de julio (1789) La Bastilla fue atacada por aproximadamente novecientos hombres, reclutados en barrios bajos. La prisión estaba custodiada por ochenta mutilados de guerra y treinta soldados suizos, los suficientes para evitar que los 900 asaltantes penetraran en ella. Pero el gobernador M. de Launay consideró que si bajaba el puente levadizo y permitía que los asaltantes entraran y vieran que no había tales cientos de presos políticos, todo quedaría en paz.

Sin embargo, cálculo mal, pues aunque los revoltosos sólo encontraron a dos locos y cuatro falsificadores, siguieron furiosos. Golpearon, mataron, y degollaron al gobernador y luego pasearon su cabeza por las calles. La turba quedó impune. El rey no era partidario de ejercer dureza contra individuos que, visiblemente, habían sido azuzados por cabecillas ocultos. Entre estos se encontraba el duque de Orléans y otros prestigiados tribunos. Luis XVI consideró que haciendo algunas concesiones se ahorraría sangre y se restablecería el orden.

No fue así.

Entretanto, en la Asamblea Nacional comenzó a incubarse el mito del asalto a La Bastilla como símbolo de las reivindicaciones sociales y el fin de un régimen opresivo y siniestro.

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